Presentación

Iré aumentando poco a poco estos retazos de la historia criminal de la Iglesia católica, que todos/as deberíamos conocer, pero que por desgracia no enseñan en las clases de adoctrinamiento cristiano que imparten a nuestros hijos/as. Es útil para comprender las actitudes actuales de la Iglesia y sus súbditos. Y es bueno recordar estas historias cuando veamos una imagen pasear por nuestras calles en Semana Santa, el Rocío o tantas y tantas celebraciones que abundan por Andalucía. Detrás de esa belleza artística, estética y acústica pensemos que no hay inocencia y candor: es consecuencia de muchos siglos de imposición, de terror, de torturas en una sórdida mazmorra de la Inquisición, de miles de antepasados andalusíes que fueron quemados vivos por la mayor organización monopolizadora del terror que ha existido jamás. Y hay una actitud de prepotencia, compartida actualmente por muchos de sus creyentes, que han disfrutado durante años del monopolio absoluto y se resisten a tener que convivir con otras creencias.

No sigo un orden establecido. Iré añadiendo apartados poco a poco, sin que cronológicamente exista una ordenación. Y os animo a que este blog se nutra con vuestras opiniones y colaboraciones. Que sea un foro donde interactuemos todos y todas los/as que queremos una sociedad libre de la imposición de la Iglesia.

Que en definitiva este blog sea un foro de encuentro que anime a los que no lo habéis hecho a apostatar. Y que anime también a exigir a las instituciones públicas (esas que pagamos todos/as) que respeten el principio de laicidad en todos esos casos en los que sigue habiendo en una pared o encima de una mesa o en la vía pública una imagen cristiana o un crucifijo. Si no nos consideramos cristianos seamos consecuentes y militantes. Todo lo demás es favorecer a aquellos que condenan el divorcio, el aborto, la homosexualidad, la libertad de culto, etc. Aquellos que históricamente han pretendido convertir a la Ciencia en la "sierva de la Teología", esa oscura pretensión de conomiento basada en fantasías sobrenaturales.

lunes, 2 de mayo de 2011

El largo reinado del terror vaticano

El terror organizado, planeado y sistemático dió comienzo con Gregorio IX, que subió al solio pontificio el año 1227. En el Concilio de Tolosa de 1229 el Santo Padre decretó que los herejes debían ser entregados al brazo secular para ser castigados. "Es deber de todo católico -dijo- perseguir a los herejes".

El año 1232 Gregorio IX culminó su labor represiva. Publicó una bula creando la Inquisición. Como los obispos no tenían tiempo para desempeñar esas misiones, se determinó que los herejes (los que se opusieran al Papa o se desviaran del camino disparatado marcado por la ortodoxia)tenían que ser entregados a las autoridades civiles para ser condenados a la hoguera. Si se arrepentían, debían ser encarcelados de por vida.

En abril de 1233 se limitó el privilegio de ser inquisidor a los dominicos. El 27 de julio de 1233 el Pontífice nombró a los dos primeros inquisidores dedicados en exclusiva a este oficio: Pedro Seila y Guillermo Arnald. Serían los primeros de una larga lista de perseguidores del ser humano.

El año 1239, dos años antes de morir Gregorio, el dominico Robert le Bougre viajó a Champagne para investigar al Obispo Moranis. Había cometido el execrable crimen de permitir la existencia de herejes en la diócesis. Durante una semana el padre Robert sometió a toda la ciudad a juicio. El 29 de mayo envió a ciento ochenta personas, incluyendo el Obispo, a la hoguera. A quemarse vivos, para satisfacción del Vaticano.

La contribución de Inocencio IV (1243-1254), con su bula Ad extirpanda, fue autorizar el empleo de la tortura a la Inquisición. A partir de este momento podía torturarse sin ningún tipo de escrúpulos. Durante más de tres siglos ningún Papa se opondría a esta normativa. Pasaría a convertirse en parte invariable de la doctrina católica.

A la Inquisición medieval todo lo estaba permitido. Su norma era: “Mejor que mueran cien personas inocentes que un solo hereje quede en libertad”. Juzgaban arbitrariamente y en completo secreto. Los inquisidores, como el Papa, no podían equivocarse. Por mandato pontificio, tenían explícitamente prohibido apiadarse de sus víctimas. Su Santidad asumía toda la responsabilidad si en el uso de la tortura se excedían. Como los nazis del s. XX, podían torturar impunemente.

Hasta hace tan solo cien años, en el Palacio de la Inquisición se podía consultar el Libro Negro, la guía de los inquisidores. Entre otras lindezas, se decía en él:
“…la elección del tipo de tortura más conveniente se deja a discreción del juez de la Inquisición, quien determinará según la edad, sexo y constitución del demandado…Si, pese a todos los medios empleados, el desventurado miserable sigue negando su culpabilidad, debe ser considerado víctima diabólica; y, como tal, no merece compasión de los siervos de Dios, ni piedad ni indulgencia de la santa madre Iglesia; es un hijo de la perdición. Que perezca entre los que están condenados…”.

Según el Libro Negro, un niño tiene que delatar a sus padres; una madre debe traicionar a su hijo. No hacerlo es “pecar contra el Santo Oficio”.

Los inquisidores eran remunerados con el producto de las confiscaciones. Lo habitual era que cuando los emolumentos de los escribanos y oficiales de los tribunales habían sido satisfechos, la mitad de lo restante solía repartirse a mitades el pontífice y los inquisidores. Algún que otro Papa, como Nicolás III (1277-1280), amasó una fortuna.

Los inquisidores más temibles eran los incorruptibles; torturaban simplemente por amor a dios. Como ocurrió con Himmler y Goebbels siglos más tarde, actuaban únicamente por amor a la causa. A una causa criminal. Estos devotos dominicos manifestaban un deseo espiritual de infligir dolor a los demás. Muy especialmente a las mujeres, a las que odiaban.

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